Florencia (Firenze en italiano), es la capital de la región italiana conocida como la Toscana y tiene unos 400.000 habitantes, es una ciudad de arte, donde las numerosas estatuas, plazas, edificios religiosos y civiles, palacios, lonjas y museos hacen de ella algo único.
Florencia se extiende a ambos márgenes del río Arno y está considerada como una de las ciudades más bellas de Europa. Es conocida por su rico patrimonio en obras de arte, pertenecientes sobre todo a la Edad Media y al Renacimiento, y también por la belleza de sus alrededores.
Florencia es una ciudad para recorrerla a pie. El monumental centro histórico destaca por su armonía, al haberse respetado al máximo los palacios, iglesias, plazas, etc. que llenan sus calles. Dos lugares de visita obligada son: el conjunto de la Piazza del Duomo, donde se encuentran la
Catedral (
Duomo di Santa María dei Fiore), el
Campanile obra de Giotto y el Baptisteeri, con las célebres puertas de bronce esculpidas por Ghiberti; y la
Piazza della Signoria, donde se encuentra el
Placio della Signoria y la
Loggia dei Lanzi.
Otros puntos de gran interés son : la
Capilla de los Médicis; las
Iglesias de Santa Croce, de
San Lorenzo, de
Santa Maria la Novella y de
San Miniato al Monte (desde donde se disfruta de una bella panorámica de la ciudad); los palacios Pitti y Strozzi; y el
Ponte Vecchio, el puente más antiguo y pintoresco de Florencia. Mención especial merecen los museos como la
Galleria degil uffici (una de las mayores pinacotecas del mundo), la
Galleria della'Academia, el Museo del Bargello y Museo Nazionale.
A Florencia hay que tomarla como lo que es: un fenómeno de la
Historia. Pocas naciones, y mucho menos ciudades, pueden enorgullecerse de haber tenido una creación intelectual semejante en el orden literario, artístico o político. Los nombres de algunos de los más eminentes hijos de Florencia (
Dante,
Boccaccio, Giotto, Donatello,
Botticelli,
Leonardo Da Vinci,
Miguel Ángel, Cellini,
Maquiavelo) son conocidísimos en todo el mundo, credenciales más que notables para una ciudad cuyo periodo de explendor duró menos de tres siglos.
Las guías turísticas suelen comparar a la Florencia renacentista con la Atenas del siglo V; sin embargo, mientras del antiguo esplendor griego sólo quedan ruinas espectaculares, Florencia es mucho más que un museo de piedra, mármol y bronce. Sus históricos palacios, sus grandes iglesias y sus innumerables obras de arte no son reliquias polvorientas. Esta ciudad sorprendente puede literalmente llegar a producir dolor de cuello al que deambula por sus calles y encuentra tanto a donde mirar simultáneamente y a diferentes niveles: una hilera de escaparates, un patio entrevisto desde el portal de un palazzo, un blasón de piedra desgastado por el tiempo, una placa conmemorativa, cadenas seculares de hierro enmohecido, viejas esculturas de portadores de antorchas y, arriba, rematando todo ello, las masas de piedra de los palazzi, desde fortalezas medievales y mansiones renacentistas hasta ornamentados edificios del siglo XVII con nombres de resonancia histórica como Acciaiuoli, Rucellai, Strozzi, Pazzi, Salviati o Médicis.
En Florencia nadie tiene la impresión de que se haya detenido el tiempo. La animación del centro, su tráfico -ruidoso y sofocante pese a las restricciones impuestas- son inconfundiblemente del siglo en que vivimos. Y, sin embargo, casi todas las calles principales son estrechas y tienen el empedrado irregular de antaño; los palazzi han cambiado poco y las voces que se oyen -melodiosas o ásperas pero siempre con el inconfundible acento florentino- tendrían todavía un sonido familiar para
Dante o
Miguel Ángel.
Por el centro de la ciudad pasa el río Arno, verde y fangoso, bordeado de los anchos lungarni, o muelles, que se construyeron en el siglo pasado para evitar inundaciones. A caballo sobre el río está el
Ponte Vecchio, uno de los más antiguos e insólitos del mundo, conocido desde el siglo XVI por sus tiendas de joyeros.
La tradición artesanal, aspecto fascinante de la vida de Florencia, es reveladora del genio de la ciudad para combinar lo bello con lo práctico. Cada distrito tiene sus artesanos: cordeleros, encuadernadores, bordadores, herreros.
El turista se sentirá decepcionado al ver lo "poco italianos" que son los florentinos. En general, su actitud es menos abierta que, por ejemplo, la de los napolitanos o romanos. Son corteses con los extranjeros pero rehúsan la familiaridad excesiva.